jueves, 9 de octubre de 2014

Una Madre que camina con nosotros

Cardenal Juan Sandoval Íñiguez

Arzobispo Emérito de Guadalajara


RomeríaEso es Nuestra Señora de Zapopan, Patrona de la Arquidiócesis de Guadalajara, que llegó a evangelizar estas tierras desde 1530, al cuello de Fray Antonio de Segovia, celoso e incansable Misionero hijo de San Francisco; y desde entonces, ella ha acompañado el caminar de esta comunidad cristiana. La Zapopana pacificó con su amor de Madre a miles de los indios cazcanes que se alzaron contra la dominación española en la Guerra del Mixtón, que fue un alzamiento general del Occidente y Norte del país que puso en peligro la Conquista. Terminada la guerra, Fray Antonio de Segovia dejó la bendita imagen a los indios que se asentaron en Zapopan a principios de 1542.

Y, según cuenta el Cronista Fray Antonio Tello, los indios de Zapopan la tenían muy escondida por temor a que se la quitaran, ya que no querían perderla, debido a que les concedía muchos milagros y favores. Pero los habitantes de Guadalajara, asolados por la peste, tempestades e inundaciones, suplicaron que viniera la bendita imagen a ayudarlos, y fue así que, a partir del año de 1734, la visita casi nunca interrumpida de Nuestra Señora de Zapopan a Guadalajara en temporal de lluvias, ha sido fuente constante de bendiciones, esperanza y alegría.


Visita esperada y agradecida
Su recorrido de un templo a otro es acompañado en son de fiesta por multitud de fieles, con música, cohetes, flores, moños y lazos de colores por las calles donde pasa, así como por vivas, súplicas y lágrimas, salidas del corazón.

Siempre he considerado que la imagen de Nuestra Señora de Zapopan es un signo de la bondad de Dios que nos protege y nos llama por los caminos de la Fe en Cristo Nuestro Señor. Cuando se fundó definitivamente Guadalajara en el Valle de Atemajac, ya estaba ahí nuestra Madre, esperando para cuidar y socorrer a sus hijos.


Danzantes en trío


Auxilio renovado y vigente

Las calamidades que afligen a los humanos van cambiando de rostro según los tiempos; en aquellos años fueron inundaciones y pestes; hoy son amenazas de índole social y moral más peligrosas, quizás, que las causadas por la Naturaleza. Cuando la acompañamos en su recorrido, le hacemos saber que hay un clima de violencia, una corrupción generalizada, de injusticia social que fabrica multitud de pobres; que se está corrompiendo deliberadamente a la niñez y a la juventud, y que los ataques a la familia y a la vida pretenden destruir el cimiento de la Sociedad. Mas Ella, como Madre de Dios y nuestra que es, por medio de su poderosa intercesión, seguramente nos alcanzará, si se lo pedimos con insistencia, el remedio de nuestras necesidades. Pero, sobre todo, le hemos de pedir perseverar en la Fe en su Hijo Jesucristo, único Salvador del mundo.


Un Poeta nuestro, Sacerdote, así nos invita a decirle:


“¿Qué tienes Tú, que nos juntas sin decir una palabra?

¿Qué tienes Tú,

que nos guías, Estrella de la mañana? ¿Qué tienes Tú,

que al mirarte, las penas se nos acaban? ¿Qué tienes Tú,

tan pequeña, que nos arrobas el alma… Y cuando andamos perdidos a tu regazo nos llamas?


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