Paralizado, el corredor turístico de Los Cabos
• Hoteles y restaurantes ofrecerán servicio completo hasta mediados de noviembre
• Confianza en Dios y solidaridad con los vecinos, en las colonias más humildes
Pbro. José Manuel Anceno Rivas
San José del Cabo, Baja California Sur. Para mejores tiempos quedó la Canción de Conchita Bulnes, “Vámonos para Los Cabos”, en la cual señala: “Qué bonito es llegar a San José (del Cabo); se respira la brisa del mar y se siente un calor tropical… la tierra del Sur California, donde siempre brilla el Sol…”
Mas hoy, luego de dos semanas del paso del Huracán “Odile” por esta ciudad, ciertamente que no es bonito, además de que se respira un aire extraño y unos olores nada agradables. Los días han sido grises y las noches oscuras y peligrosas. Dañada casi en su totalidad la infraestructura eléctrica, las calles se vuelven tétricas apenas cae la noche. La agotadora labor de cientos de hombres de la Comisión Federal de Electricidad, quienes trabajan prácticamente las 24 horas del día, va cambiando lentamente el rostro de la ciudad. Pero mucho falta para que en este aspecto todo vuelva a la normalidad.
Ciertamente los más de dos mil hombres que realizan trabajos en todo el territorio sudcaliforniano se han ganado el respeto, la admiración y el aplauso de la población. Llegaron cuadrillas de muchas partes del país; una de ellas, procedente del Estado de Oaxaca, consideró que los daños a la infraestructura eléctrica aquí, han sido superiores a tantos otros lugares a donde también ha acudido por el paso de los huracanes: “Han sido días muy difíciles, pero estamos contentos porque con nuestro trabajo las cosas van cambiando. La gente nos lo agradece, y eso nos da fuerza para seguir trabajando. Ahora es por estas tierras, mas en otra ocasión serán otros los lugares”.
Para Luis Castro, restaurantero del centro de la ciudad, los días posteriores al ciclón han sido difíciles, “como para todos los que vivimos aquí. Por momentos viene el desaliento, la incertidumbre. Los trabajos de limpieza y reconstrucción han sido arduos, pero esperamos, en 15 días más, poder empezar a ofrecer atención a quienes requieran de nuestros servicios, aunque sea en un treinta por ciento. Mis amigos de la industria restaurantera, así como de la hotelería, comentan que están haciendo lo posible para que a mediados de noviembre estar ya listos”. Integrante del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, Luis agradece a Dios que su familia esté bien. Tenemos salud y, primero Él, nos iremos recuperando poco a poco. Nada volverá a ser igual, pero todos vamos a estar bien”.
Temblaban los muros de la casa
En Ampliación Zacatal, una de las Colonias de San José del Cabo, vive desde hace 20 años la Familia Amador Castro. Jesús, el esposo y padre de familia, de oficio carpintero, soportó, junto con su hija de 15 años y dos hijos más chicos, los embates del meteoro la noche del 14 de septiembre. “El viento soplaba fuerte, bufaba. Hacía temblar los muros de la casa. Claro que sentíamos miedo, mucho pánico. Pero confiábamos en Dios que no nos pasaría nada. Nos pusimos a orar; así lo hicimos por mucho tiempo, hasta que el sueño nos venció. Cuando nos despertamos, ya había pasado lo más pesado. Conforme fue amaneciendo, vimos cómo había unas casas sin techo, muros en el suelo, vehículos dañados…y entonces nos dimos a la tarea de ver cómo estaban los vecinos; si estaban con vida y qué daños tenían sus casas”.
La preocupación también era por Verónica, la esposa, la mamá de sus hijos. Ella había acudido a un Congreso Nacional de Servidores del Movimiento de Renovación Carismática, celebrado en la Ciudad de Aguascalientes. Al quedarse sin comunicación, la angustia creció. ¿Estaría enterada ella de lo que estaba pasando en Los Cabos? Y, efectivamente, ella, mortificada y desesperada, ya estaba en Guadalajara, pero sin poder viajar a la Península. Lo haría hasta dos días después, gracias al puente aéreo que se estableció para sacar a más de 15 mil personas, en su gran mayoría turistas, y traer de Jalisco a algunos que estaban impacientes por regresar a su ciudad y encontrarse con sus familiares.
Nos solidarizamos con algunos vecinos
Y los días difíciles estaban por llegar, seguía narrando Jesús Amador Geraldo: “Sin luz ni agua, y escasos alimentos, además de la inseguridad, porque había personas que buscaban meterse a las casas para robar. Ya habían saqueado todas las tiendas de una cadena de negocios; y qué decir de los grandes almacenes de las firmas transnacionales. Por las calles se hicieron barricadas para impedir el paso de quienes no vivieran en la manzana. Muchas familias hacían guardia, principalmente cuando llegaba la noche. Nosotros nos pusimos de acuerdo con una familia también católica como nosotros, con una cristiana evangélica y unos que se dicen ateos. Cocinábamos y comíamos lo que podía echar a perderse más pronto. Lo hacíamos juntos. Nos dábamos ánimo. Fueron momentos que nos ayudaron a interesarnos unos de otros, a ser solidarios, a prepararnos, porque no sabíamos qué vendría después”.
Ya más tranquilo, Jesús refirió: “A muchas de las personas que se lanzaron a la rapiña, les ganó la desesperación, el no tener confianza en Dios; además, robaban lo que no era indispensable para sobrevivir, como artículos electrónicos y de línea blanca, entre otros. Tampoco había necesidad en un principio, pues la mayoría de la gente tiene aunque sea un poco guardado en su alacena para poder comer dos o tres días, mientras que los robos se desataron apenas cesó el huracán”. La pesadilla, en la Familia Amador Castro, hoy ya va pasando. Poco a poco vuelve la población a la normalidad. “Yo tengo mucho trabajo, gracias a Dios; un Sacerdote, el de la Misión de San José, quiere que le ponga las puertas que el fuerte viento le tumbó a su templo”.
56 años después, otro fuerte huracán
Como una experiencia dramática vivió el ciclón la señora Martha Ceseña, Catequista en San José del Cabo y originaria de Cabo San Lucas. “Teníamos muchos nervios, mucho miedo, y más cuando el fuerte aire nos voló la puerta y empezaron a caer los vidrios de puertas y ventanas. El viento era incontrolable, no podía parar; por lo mismo, nos refugiamos en el baño. No nos explicábamos qué estaba pasando, pero pusimos nuestra confianza en Dios; yo sabía que no iba a pasarnos nada malo”.
Este acontecimiento le hizo recordar cuando tenía diez años. Y es que entonces experimentó otro fenómeno de la misma naturaleza, sólo que aquella vez, por los escasos Medios de Comunicación, nada se sabía. “Hoy, todos los huracanes tienen nombre y se nos habla de la intensidad que traen. Ciertamente, aquél también fue algo terrible, sólo que, como era niña, tenía la protección de mis padres, y aunque me asusté mucho, no me apuré tanto como ahora”. Acerca de todo lo que pasó, reflexionó: “Somos muy confiados en que no va a llegar con tanta fuerza. Nos mata la confianza. Una gran lección nos deja esto, por lo menos a los adultos; mucho aprendizaje. Debemos respetar la Naturaleza. Tenemos que ser más cercanos a Dios. Apoyarnos en Alguien que nos salve. Obedecer a las Autoridades que nos hacen un llamado a tomar precauciones”. Y, como un dato anecdótico, en medio de la zozobra, por el hecho de que una de sus nietas, Ariana, cumplía ese día 19 años, le decían: “En vez de traerte una banda, te trajimos un huracán; debes de estar muy feliz…Aunque, siendo sinceros, ninguno lo éramos en esos momentos”.
Se levantan datos de templos y capillas dañadas
El Párroco David Ojeda Gutiérrez, Asesor Legal de Pastoral Social en la Diócesis de La Paz, además de visitar algunas Parroquias y de llevar urgentemente despensas, ha pedido a todo el Presbiterio que reporte con datos y fotografías los daños que sufrieron sus templos y capillas. Espera tener completa información para dar prioridad a los lugares que requieran con mayor prontitud algún tipo de ayuda. Mientras tanto, dijo, aguardamos que los apoyos de Instituciones y de otras Diócesis del país vayan llegando”.
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